LIBROS
Una interpretación de la historia
Estudiando la historia se llega fácilmente a la conclusión de que esta dominada por tres fuerzas titánicas y universales: el control físico de las personas y de su soberanía a través de la política; el control del fruto de su trabajo excedente y de su comercio por medio de la economía, y el control de su voluntad y creencias a través de la religión. En teoría ninguna de estas fuerzas debería llevar a la violencia, pues los conflictos políticos deberían poder resolverse por medio del diálogo y la diplomacia; los económicos por la negociación y las reglas del libre mercado, y los religiosos por la ejemplaridad moral de sus doctrinas. ¿Por qué entonces la historia ha resultado tan violenta? Por causa del absolutismo final de las tres fuerzas y tendencias, causado por circunstancia que pudiéramos llamar “personales”. La primera causa de violencia histórica es política, debida a los conflictos de sucesiones dinásticas, tanto entre los descendientes de la nobleza, como de la aristocracia, pero también del pueblo llano. Los príncipes desheredados recurrían a la guerra para reclamar sus derechos, aliándose con otros príncipes interesados (absolutismo político). Por su parte los hijos de campesinos desheredados también recurrían a la guerra, pero como mercenarios, para resolver los suyos; por tanto, mientras la riqueza de los primeros promueve las guerras, la pobreza de los segundos las llevan a cabo. La segunda causa es económica y tiene como protagonistas la baja nobleza aliada con la burguesía en el entorno de las ciudades. Parte de la nobleza desheredada y los burgueses enriquecidos (“Ricos-homes”) se instalan en las ciudades y utilizan sus recursos financieros para promover la industria y el comercio a través del uso especulativo de crédito y del tráfico de influencias. Por su parte, el pueblo llano desheredado y que no sirve en los ejércitos mercenarios, acude a las ciudades buscando en la industria y en el comercio también la solución a sus problemas. La violencia sobreviene cuando las corporaciones municipales, controlados por grandes financieros y comerciantes, intentan monopolizar el comercio de ciertos bienes y el tráfico de capitales (absolutismo económico), o sus propios intereses entran en conflicto con las monarquías y los nobles nacionales o territoriales feudatarias. Por último la tercera causa de violencia es religiosa, por la intromisión en los asuntos temporales de las iglesias y la lógica del poder por la unificación de las doctrinas (otra forma de absolutismo) y de sus beneficios mundanos. Como anecdótico se puede sugerir que si desde el inicio de la historia se hubiera aplicado la política china de “hijo único” el mundo hubiera sido lo más parecido a un paraíso de paz y concordia, pues no hubieran existido las interminables y sangrientas luchas dinásticas. Pero hubiera quedado por resolver el problema de la vanidad y la envidia (principal móvil de conflictos, pero también de progreso) causadas por la desigualdad del carácter y las cualidades de las personas y, por tanto, el desigual fruto de su trabajo. Para solucionar este problema se sup